Stephanie Perkins lo ha vuelto a hacer, para mí lo ha conseguido: ha escrito una historia muy sencilla con personajes realistas y una historia preciosa.

En todas las reseña que leí antes de empezar la lectura, no dejaba de encontrarme con eso de "Para mí no ha superado a Un beso en París, pero...", pues yo voy a ir al contrario. No opino que haya superado al primer libro, pero sí creo que está tan bien como el primero. Las historias son diferentes e igualmente sencillas, personajes encantadores y otros odiosamente realistas; aunque Anna y St. Clair aparencen a lo largo de prácticamente toda la novela, esta historia no tiene que ver absolutamente nada con ellos, y por eso me parece injusto que ambas se comparen.

Lola es una chica extravagante, desde pequeña le ha gustado salir disfrazada, ser original, distinta a los demás, y reivindicar su personalidad a través de la ropa. Como toda persona que vive en el mundo real, tiene una vida con aspectos complicados, pero eso no la hace una chica desgraciada: también tiene amigos, un novio, y unos padres que la quieren.

Cricket no es el típico protagonista. Es tímido e inseguro, pero cuando tiene que serlo intenta estar a la altura de la situación. De nuevo, no es perfecto, comete y cometió errores que tuvieron sus consecuencias. A lo largo de la novela vemos una especie de evolución, de cómo era este chico a los 16 y de cómo es ahora que tiene 18.

Como ya he dicho, es una historia sencilla: la historia de una chica con novio que se reencuentra con un viejo amor que le rompió el corazón. Con este libro conocemos las diferentes perspectivas de lo que pueden sentir cada uno de los tres afectados, cómo pueden reaccionar y las consecuencias (porque todo en esta vida tiene consecuencias) que pueden tener esas reacciones.

Nos encontramos, además, con muchos personajes secundarios que le dan vida a la historia: Lindsay, Calliope, Max, Andy, Norah, Nathan, y muchos más.